SABER HABLAR

En un artículo anterior hablaba de la importancia del saber escuchar, virtud poco desarrollada entre los seres humanos. Ahora quería hacer otra reflexión, sobre el hablar y la peculiaridad que tiene la gente de nuestro país a la hora de hacerlo en un tono moderadamente alto de volumen. 
Y eso empieza desde la más tierna infancia. Los niños se acostumbran a pedir las cosas gritando, demandar sus exigencias con pataletas, rabietas y lloros. Los padres demasiado cansados para poder educar correctamente accedemos con frecuencia a sus demandas y aquí ya la hemos cagado, porque queda en el chip cerebral que mientras más alto berreas, más se te hace caso.
De esta manera el hablar alto, cuando se asocia a la falta de habilidad por escuchar ya forman un cóctel molotov. La gente tiene necesidad que le escuchen. El otro día, por ejemplo, mientras guardaba cola en la sección de charcutería del supermercado, una señora me explicaba que tenía síndrome de Sjogren; un transtorno autoinmunitario que te afecta a la totalidad de tus fluidos corporales y también a la movilidad articular. La escuché pacíficamente, (qué cosa mejor tenía por hacer), y luego le hablé sobre la enfermedad, ya que por mi curiosidad incurable he leído varios artículos sobre el tema. Me preguntó si era médico y yo le contesté que no, que simplemente curiosa. Me dijo ¿cómo te llamas? Se lo digo. Y me dice, gracias por escucharme. No hay de qué, le contesté. La verdad es que me sentía bien compartiendo por un momento ese ahogo momentáneo que tenía esa señora. 
Volviendo al tema, que tengo la mala costumbre de saltar de uno a otro, por la hiperactividad de mi mente, ya se sabe. Pues lo que no comprendo es por qué la gente habla a más de cincuenta decibelios al menos. Supongo que deben pensar que quién habla más alto se hace escuchar más, que tiene más razón o cómo muchas veces oigo : "no sé hablar despacio"... Claro, es que se confunden los términos de hablar alto con hacerlo deprisa. 
El pasado domingo asistí a un acontecimiento social familiar. En el salón dónde se celebraba el evento seríamos al menos cien personas. Más o menos , porque mi nivel de abstracción era tal que no alcancé a hacer números como muchas veces se hacen en las manifestaciones, que a cada colectivo le salen las cuentas de una forma distinta. En fin... lo que sí puedo afirmar que el nivel de decibelios era muy superior a lo permitido saludablemente. 
¿Se puede afirmar que hablar alto hace que te diviertas más? Yo creo que no, apenas pude cruzar tres frases con mi madre que la tenía enfrente, y a mi marido cada vez que me dirigía a él le tenía que hablar al oído y encima gritándole. Por lo que opté a enfrascarme en mi ensimismado mundo y aislarme en un silencio prefabricado y artificial. 
Una vez escuché una frase que por contundente se me ha quedado instalada para siempre : "España es el único país en el cual todo el mundo habla a la vez y nadie se enfada" . Pero... ¿cómo se van a enfadar si nadie escucha lo que le dice el otro, aunque te estén diciendo una barbaridad. 
Después cómo colofón a este artículo destacaría a los pocos mártires que sí saben escuchar y que los vampiros emocionales absorben lo más profundo de su alma. A veces... no sé si sale a cuenta saber escuchar. En este sentido, tendríamos que ir más a una para ser iguales. ¿Lo intentamos?

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